viernes, 20 de marzo de 2015

La economía que nos deshumaniza

Hace ya casi un año que pude disfrutar de una lectura que me hizo reflexionar.  Fue la del excelente libro de mi colega, gurú y amigo Alfredo Rodríguez "Intentando ser feliz...a ratos".  Un pequeño pero interesantísimo trabajo, donde con palabras claras y concisas, analizaba los diferentes aspectos de la vida que nos preocupan a todos.  Desde las relaciones de pareja, a la amistad o el trabajo.

Son muchas las conversaciones que he tenido con él en los últimos tiempos, como el alumno que atiende a las lecciones de su maestro.  Quizá por su forma de expresarse, su capacidad dialéctica o la tranquilidad de sus palabras. 

Un tema bastante recursivo en sus discursos es la economía, por lo que nos preocupa y por la fuerza con la que nos envuelve y golpea.  Vivimos atrapados en una sociedad que ha posicionado en tan alto lugar al dinero, que se nos ha olvidado por completo el porqué estamos aquí cada día.  Y hay personas en las que por supuesto, esto se ha hecho mucho más patente que en las demás.

Desde los entretenimientos como el fútbol y la televisión,  hasta la misma literatura a la cual pertenezco, todo esta desembocando en un sinsentido donde el fin último es el símbolo del euro, dolar o libra.  La mejor liga de fútbol, no es la que más emoción despierta, si no la que más dinero mueve  al igual que el programa de televisión más rentable no es el que mejor está hecho, si no el que más audiencia acapara independientemente de sus valores. 



Y mientras tanto, el resto sobrevivimos en un sistema repleto de penurias, dentro de un país que rezuma paro y con unos trabajadores que llegan asqueados a sus casas, por la infinita rutina y precariedad en sus puestos, frente a los pocos que atesoran riqueza. 

Nos pasamos la vida trabajando para pagar lo que la sociedad impone que debemos pagar.  Una casa, un coche, las clases de inglés, el gimnasio... Como decía Alfredo, realmente vivimos más condicionados por esa imposición, que por nuestros propios deseos.  La aceptación social y el prestigio es hoy en día la gasolina que hace mover con más intensidad el motor de la economía. 

Precisamente es este punto el que vicia a las personas y las transforma hasta límites insospechados.  España es un ejemplo de la máxima potencia de este caso.  La corrupción política y empresarial, ese tener más por tener más es un vivo ejemplo de ello.  

¿Cuanto necesita una persona para vivir con lujos todo un año? ¿30 mil euros, 50 mil euros? ¿Cuantas casas, coches o viajes hacen falta para considerarse afortunado?   Pero estas personas que se ven atrapadas por el mal de la economía, corruptos, avaros y fariseos, acaban perdiendo su percepción de la realidad, donde cambian el concepto de felicidad por el de posesión. 

Llegan a un punto en el que no compran una televisión para sentarse a disfrutarla con su familia, si no para decirle al de al lado que la tienen más grande (La pantalla) . Y a la hora del a verdad, como dice el periodista valenciano Julio Insa "s'amaguen como rates" y que se moje el de al lado. 

Y esto nos lleva a un bucle en el que no se tiene más objetivo que el de acumular más y más dinero, de cualquier forma o manera. Pretenden estar siempre por encima del bien y del mal, aunque sean analfabetos integrales que no sepan diferenciar las esdrújulas de las agudas.

Si estos espantapájaros, en lugar de invertir en trajes apolillados y sangrar oídos ajenos con discursos prepotentes, ajenos a la realidad social, se dedicaran a intentar formarse o a mimetizarse con el mundo en el que viven, quizá entendieran lo alejados que están de ese "buen camino" que creen dibujar.

Pero no, no lo hacen y lejos de eso pretenden marcar el ritmo del mundo.  Tratando de hacer creer al resto que ellos están en posesión de la verdad, porque ese es su mal, el de tratar de poseer todo lo que sus ojos ven.  Políticos, famosos, empresarios, estrellitas del papel cuché y demás fantoches, que solo por el hecho de tener un grupo de palmeros aplaudiendo cualquier idea que salga de su boca, por estúpida que sea, les da la suficiente fuerza para pensar que es su forma de vida la ideal.

Las cuentas y las agendas a reventar, no son sinónimo de felicidad ni plenitud.  Es muy difícil encontrar a una persona sumida en este mal de la economía, que realice una acción sin pensar en el provecho propio, la envidia ajena o el enriquecimiento.  Por eso nunca tendrán un recuerdo puro y sincero, ni un rato con amigos que les quieran por lo que son, ni esa sensación como me dijo Alfredo, de llegar a la cama cerrar los ojos y decir "Hoy ha sido un buen día y soy feliz".

Sin embargo, mañana saldremos a la calle y todo seguirá igual, pero como decían The Beatles, "Nothing's gonna change my world", por mucho que ellos se empeñen en hacerlo. 




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